domingo, 20 de abril de 2008

San Patricio en Dublín

El viaje a Dublín ha pasado por mi agenda totalmente desapercibido pero no así en mi cabeza. Llegaban estas vacaciones precedidas de mi situación en casa con mi compañera de piso, con la llegada del cliente Vodafone a EDS, cliente para el que voy a trabajar a partir de mayo, con mi viaje a India y la preparación de los cursos que debía dar allí.
La verdad es que no sé si hubiera sido mejor quedarme, pero estoy seguro que el irme no me hizo nada de mal. Llegué al aeropuerto y desde que respiré el primer aire irlandés evoqué la vuelta a casa. Toda la hostilidad del ambiente flamenco se relajaba con sólo bajar las escaleras del avión. En realidad no necesitaba que sucediera nada especial ya que el tiempo que viví allí y su recuerdo eran suficientes para poder sentirme feliz.

Llegué al autobús y saqué el libro que estaba leyendo durante el vuelo. No pude poner los ojos en las páginas porque necesitaba volver a ver las puertas de las casas, el verde intenso de las colinas, la gente andando por las calles... tenía la piel de gallina de la emoción y al pasar por delante del edificio de correos el nivel de excitación llegó a poner los pelos como escarpias. Dublín, una ciudad donde jamás viví pero está entre mis preferidas si algún día la providencia me deja elegir.
Por fin mi destino. Una parada después de la óptima, pero no muy lejos. Una taberna junto al lugar de trabajo de mi mejor amiga y ella esperando con un precioso abrigo gris. Con su abrazo sí que sabía que había llegado a casa, y con las guiness junto al fuego sabía que había alcanzado mi destino. Esa tarde conocí mucha gente y bebí mucho. Siempre es un buen momento para salir en Irlanda pero esa noche la dedicamos a charlar de todo un poco, como corresponde a los encuentros que se dan tan espaciados; la cerveza y el cansancio del viaje se encargaron de que la charla fuera más breve de lo que otras veces pudiera haber sido.
Voy a ir directamente al Día de San Patricio mencionando antes mi primera lasaña. ¡Qué buena nos salió!
El caso es que con cierta pereza nos acercamos al desfile en el centro de la ciudad. Mi amiga ya me avisó que podría ser mejor vivir San Patricio en algún pueblo pequeño, pero esta era la primera vez en mi vida que tenía la oportunidad de vivir esta fiesta en Dublín y no quería perdérmelo. Lo cierto es que el centro estaba impracticable así que fuimos acercándonos hacia la catedral y aquella zona estaba menos poblada por lo que pudimos ver parte del desfile con tranquilidad. Una vez saturados de tanta marcianada (San Patricio desfiló en una moto tipo Harley Davison, por ejemplo) comimos algo y nos fuimos al bar más antiguo de Dublín. Tengo que consultar del nombre de nuevo, pero lo pondré corrigiendo esta entrada más adelante.
Tras un momento de dejarnos llevar, empezamos la conversación con un grupo de gente: 3 irlandeses, 1 americano y 1 canadiense. Luego resultó que la mujer del grupo trabajaba en el mismo banco que mi amiga Mi amiga, casualidades de la vida. Nos lo pasamos muy bien bebiendo más y más guiness. Se nos hizo un poco tarde para llegar a una cita pendiente con otro compañero de trabajo, así que corrimos al autobús y llegó uno de los puntazos del viaje: en la parte inferior del autobús entró una chica italiana con la que el ex de mi amiga está saliendo. Mi amiga me puso al corriente de un par de detalles de su vida y bajé a hablar con ella. Tras hacerla creer que estuvimos trabajando en el mismo sitio, me confesó desde cuando estaba saliendo con su chico y las fechas se superponían con las de mi amiga. El muy cabrón les había puesto los cuernos, y no sólo un periodo corto sino que luego hubo algún encuentro esporádico que confirma la cornamenta. Muy intenso ese momento así como el posterior en el que compartimos la información.

De ahí fuimos a la cita y seguimos trasegando Guiness en un bar de pueblo. Interactuamos con los “abuelos” del bar y nos reímos muchísimo con ellos. Luego seguimos la noche hasta otro bar incluso más casposo pero con ese sabor de lo auténtico. Fue una grandísima elección ya que tiraban la cerveza fenomenal y la gente ya estaba en el estado de cánticos regionales. Con el folklore en una cantina y la emoción en cada canto, con el olor al mar y a la cerveza de la cantina, con el sabor de la cerveza y del momento irrepetible, con el tacto de la mesa cubierta de plástico duro y del beso de la mujer que denotaba la sinceridad del abrazo amigo que en cualquier esquina irlandesa puedes llegar a encontrar. Podrá ser más o menos duradero, pero en mi corazón Irlanda es eterna.
Acabamos a la 1 y a las 4 me levantaba para coger el autobús. Ni resaca ni problemas salvo el saber que me iba... con la certeza de que volveré.

2 comentarios:

Josel3 dijo...

Hola!
No nos conocemos, he llegado aquí buscando bloggers que andubieran por bélgica (San Google) y en una de esas he dado contigo. Lo que comentas en el post anterior de la vivienda... Yo también estoy teniendo mi particular odisea, aunque no estoy yo como para comprar nada xD
Dublín es una ciudad que siempre ha llamado mi atención, no se si me gustaría vivir allí pero sí se que la visitaré algún dia :)

Saludos !

Correcaminos dijo...

Me alegra tu comentario. Voy a actualizar cuatro cosillas y te visito.

A ver si nos echamos una cerveza.