martes, 12 de abril de 2011

Maleta para mañana.

Me han dicho que, o llega esta noche o llega mañana por la mañana, pero que la mochila ya está en el sistema. Un día de retraso.
Con parte de los planes al traste intento ganar unas horas del último día. He llegado a Playa del Carmen. Posiblemente una de las playas más bonitas que jamás he visitado pero no la mejor. Es una playa orientada al este con aguas turquesas y arena que de fina parece cal. La playa tiene unos bancales muy marcados, tal vez por los sacos de arena que se dejan ver en algunos puntos. Algunos niños aprovechan para hacer bajo relieves como poseídos por el espíritu de un artista maya.
Lanchas a motor ancladas esperando a ser alquiladas mañana para hacer esnorquel, un catamarán, un par de cruceros en alta mar y botellas iluminadas por el ámbar del atardecer destacan sobre las olas. Cerca de la orilla alguna cabeza se deja ver ignorando la bandera roja que señala, más que el fuerte oleaje, el hecho de que no hay vigilante y su puesto lo ocupan algunos lugareños fumando.
En Cancún no había olas; era un mar sin mar, un hijo bastardo de Poseidón, una laguna de un cocinero de mano muy ancha. El sol reflejado el el iris de una mujer sonriente ante una cámara a la que quiere dar toda su belleza para ser mostrada en cualquier red social. A mi izquierda, como a unos 100 metros, unos americanos están sacándose fotos después de la boda en uno de los hoteles en línea de mar. Todavía unos paneles blancos y un púlpito muesta el lugar de la ceremonia con una docena de mesas en torno.
Un 70% de humedad con brisa es más llevadero. La marea debe estar subiendo pues mis pies se mojaban. Momento de volver antes de que se ponga el sol.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo, que delicia aún sin tu mochila. Disfruta al máximo. Me encanto cómo escribes.

chafan dijo...

Variaste la forma de escribir o no sé pero a medida que vengo leyendo me pierdo un poco.. aún así, pedazo de viaje!