domingo, 9 de diciembre de 2007

En Bélgica no existen el blanco y el negro

He tenido un fin de semana de lo más curioso. El viernes, creo que fue el viernes, se decidió que una de las pocas mujeres por las que me había encariñado en estas tierras desapareciera de mi vida sentimental. Si alguien lo hubiera vivido de cerca, creo que lo habría cantado hacía ya un par de semanas, pero el ver que se acerca la amenaza no significa que quieras creértela.

Eso es por dar algo de verdaderas noticias y por que veáis que no cambio, que estoy destinado a tener más amigas que pelos y menos amantes que narices.

Los verdaderos amigos, los de toda la vida, sabéis que estoy esperando algo, que hoy ha sido el primer día de mi espera, y que estoy inquieto pero no desesperado y que aún estamos dentro del plazo para saber si sale con barbas o no.

Quería contaros que este fin de semana. Hemos salido por primera vez juntos los del trabajo el sábado y el viernes me recogía a las 4 de la mañana. Me traía a casa en su coche una italiana muy interesante. Pasó una temporada con novio mejicano por lo que hablaba un fluido castellano mejicano. El momento cumbre del encuentro fue cuando nos pusimos a hablar de literatura italiana. Me contó que su bisabuelo era colega de juergas de Gabriela D’Anunzio, del cual justo hasta la semana pasada estaba leyendo “Il fuoco”. Aprendí algunas cosas del libro gracias a ella. Vi la personalidad de Anunzio reflejada en las páginas, como si aquello que me contaba fuera reflejado en un prisma sobre las páginas apenas acabadas unos días antes. Por supuesto, lo estaba leyendo en italiano, y Anunzio, lo aviso, no es para no iniciados a la lectura.

Con mis compañeros de trabajo genial. Todas las sensaciones de ser un gran grupo con gente interesante se han confirmado. Hablé menos con aquellos a quienes he dado más tiempo durante estos meses. Fui aprendiendo un poco de todos los demás y espero que ellos aprendieran de mi. Fuimos a un restaurante español, de la que la Guide du Routard señala que tiene cocina española y catalana. Tras ver la carta, lo más catalán que tenía era la bandera en la entrada y la botella de priorato a cerca de 50 euros. Yo lo resumiría como caro. Un trozo de merluza, 3 mejillones, un langostino, una cigala, una sardina y un acompañamiento con alioli, creo que andaba sobre los 30€. Bueno, tras una botella de rueda que se diferenciaba con el vino de la casa en 3 euros y otra de blanco de la casa, nos fuimos de cervezas. El elenco lo formamos por nacionalidades 1 portugués, 5 belga, 1 italiano, 1 holandés, 1 sueca y 1 español.
Entre cerveza y cerveza algunos se pusieron muy propios, sobretodo la sueca, pero yo parecía la esponja que hacía tiempos que no era y mantuve serenamente la charla sobre política europea, belga y sueca con una ex estudiante de historia cuyo trabajo final de carrera consistió en el estudio de los modelos políticos europeos a partir del tratado de Roma. Os puedo asegurar que aprendí mucho y me gustaría reflejar aquí todo, pero hubo algunas cosas que destacar. Ya son las 10, estoy cocinando los pimientos rellenos y no les quedan mucho tiempo, y después voy a la cama ya que me despertaré a las 5.

Lo que me apetece contaros es una frase que complementa el pequeño reflejo del entorno político y social que ya os presenté el otro día. El resumen lo da la frase “En Bélgica nada es negro o blanco, todo es gris. Aquí todo el mundo se separa pero todo el mundo está junto. Estoy en un país donde el cielo es gris, la política es gris (parece que el sábado se reunió el rey con algunos líderes y van a formar gobierno después de 175 días de “anarquía”) la gente es gris, la risa es gris, la música es gris, incluso diría que el arte lo es si no fuera por el siglo XVII con Rubens, Van Dyck y Jordaens sería totalmente gris.

No es que no escriba, es que paso muchos ratos sin red. Voy a colgar esto y a ver si me da tiempo de contar este viernes pasado, que es otro al presente.

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