sábado, 25 de octubre de 2008

Un año más tarde (o pensamientos sobre el amor)

Si todo lo que ocurre en este mundo es cíclico y lo único que conseguimos es acumular experiencias para que no nos den más fuerte la siguiente vez que nos pase, he tenido esta semana la sensación de bucle temporal.
Hace un año pasé unos días consolando a un compañero de trabajo. Esta vez es lo mismo: pareja joven que se conoce a través de un juego en internet, una de las partes se traslada a vivir con la otra, esta vez con boda por el medio, y esta vez es el hombre el que puso los cuernos y deja a la inmigrante con un palmo de narices en un país extrajero sin dominar el idioma.
A esto añadir otra desmotivación con la pareja muy cercana aunque no sea mia.

Incidiendo en la vida sentimental, también hablé con un antiguo amor, de esos adolescentes, de los que jamás te repones porque son un sueño. Me dijo que ahora tenía chico y que venir a verme le costaba el divorcio. Después de tantos años, por fin alguien llenaba su vida, por fin la atrapaban. Me dijo que es todo cuestión de paciencia, que al final aparece.

Hay un día en el que la paciencia se desvanece en un tiempo irreal y se convierte en abulia. San Valentín es un chapero con cadenas y piercings que se deleita escupiéndote a la cara y cupido es una meretriz que se va con quien menos le paga; voy a poner precio a sus alas para colgarlas en las vacías paredes del salón de mi casa.

A veces creo que la vida puso en mi el veneno de la inoportunidad. El conjuro consiste en aparecer en el momento menos adecuado y si llega la segunda oportunidad, presentarse en peores condiciones.

El día que cumplí 18 años vino a mi fiesta una de las chicas de las que más enamorado he podido estar. Nos llevábamos 9 meses. Me dijo que ese día no quería nada porque tenía la regla. Yo, que sólo quería un beso y mi inocencia me impedía saber a lo que se refería, paré e interpreté que no quería nada conmigo. Me enfrié y ahora supongo que ella entendió que no la quería, que sólo deseaba el polvo de una noche.
Otra historia relatada por una amiga hace ya tiempo, contaba como un desalmado le metió un virus en la vagina en su primera vez y tuvieron que operarle el útero con grande agravio de su autoestima porque la familia la empezó a tomar por una puta.

Maldigo a los desalmados que con sus 28 años se follan a las niñas de 16 y les obligan a perder el romanticismo y la ilusión del primer amor. Maldigo mi sino y mi fortuna, el veneno sobre mi vertido y a aquellos que crean que los psicólogos lo arreglan todo. Hoy maldigo el saber, el tener la preclara luz de saber que: como me gustan con rizos la que yo haya de querer tendrá pelo liso , que como odio a los psicólogos tendrá que haber estudiado psicología, y que como estoy harto de relaciones a distancia la vida se ha empeñado en que me enamoraré de alguien que esté todavía más lejos que las anteriores. Voy a declararme asexuado, ameba aeróbica y me reproduciré por bipartición.

4 comentarios:

Anerol dijo...

Hace tiempo, algún tiempo, conocí a alguien de la manera más casual y rocambolesca que pudiera haber imaginado. En esos momentos yo tenía una relación estable con alguien que, poco o mucho, me llenaba, y con quien tenia previsto casarme (y por suerte no lo hice). Con el tiempo he corroborado que, efectivamente, me enamoré como sólo una vez lo había hecho. Era una manera de querer muy diferente a las anteriores. Dicen que esa “locura” sólo te da cuando eres muy joven, pero no cuando ya tienes una edad. En mi caso era locura de juventud combinada con planes de futuro propios de alguien que tan joven no es.
Como lo que tenía muy claro es que yo no era un mono, y lo que no iba a hacer era no soltar una rama hasta coger la otra, tuve que elegir. Días difíciles, y para colmo fechas señaladas en muchos sentidos. El tiempo se me echaba encima y tenía que decidir, y lo hice: aposté por lo desconocido, lo lejano y lo difícil, aposté por lo que realmente sentía que quería.
Sé que debo estar orgullosa, porque yo sí puse toda la carne en el asador y di todo lo mejor de mí, renuncié a la estabilidad que tenía en mi vida, incluso me procuré buscarme un trabajo si tenía que partir, una vía para acabar mis estudios... y todo se desvaneció.
Cuanto más tiempo pasa más claro tengo que no valió la pena. Si bien esa persona me dio unos instantes maravillosos, compartí momentos muy especiales (al menos para mí) con él, y me hizo abrir los ojos en muchos aspectos, nada puede compensar la sensación de vacío, desasosiego y humillación que estos meses he tenido, y cuyas consecuencias ahora paga la persona que está a mi lado porque no soy capaz de darme al 100% (como sí lo hice con la otra persona) por miedo a un nuevo fracaso y a pasarlo nuevamente tan mal…
Moraleja: piensa bien las cosas antes de tomar una decisión. Las consecuencias pueden ser peores de lo que crees. Un minuto de felicidad no vale la tristeza de toda una vida.

Correcaminos dijo...

2 días después me encuentro mejor de un resfriado con fiebre y dolor de cabeza.
Hoy el día es más brillante y no veo la vida tan negativa. Mejora la salud y mejora todo.

Chafan dijo...

buenas. Anduve entretenida aqui por tu blog leyendo estas cositas, interesantes tus reflexiones.

como aún no he votado en la categoría de expatriados, ahi te dejo mi voto, me gustó este ratito.

El crítico de Zaragoza dijo...

También está la molesta opción de continuar sin que el tinglado funcione. Yo la conozco, y provoca un cuadro de síntomas muy desagradables. Ánimo.