Empezó la película y la emoción recorría mi espina dorsal. Cosas que me habían contado sobre las chabolas de Bombai ahora las veía reflejadas en la gran pantalla. Cuando el niño entró al cine la imagen que fotografié hace menos de un año vino vívida a mi mente. Todo ese fanatismo que leía en los periodicos sobre las estrellas plasmado en la secuencia más naif de todo el metraje. Era como una invitación a contarnos, con solo un sketch, la importancia del cine en este país de paso que nos presentaba a los personajes: el luchador y el traidor.
No es sólo la afección sentimental que la película me ha hecho aflorar, pero sin duda debe ser vista si te precias de disfrutar del cine.
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