sábado, 14 de febrero de 2009

San Cirilo y San Metodio... un año más

Ya va siendo tradición celebrar el día de los patrones de Europa para estas fechas. La única diferencia es que esta vez no tengo nada que reprochar contra el tercero en discordia de esta fecha tan señalada.

Voy a traducir una cita de un autor italiano: "Boccaccio amaba las carnes de las mujeres. Las amaba con instinto animal. No era como Petrarca "ahora me quiere, ahora no, ahora sí..." Boccaccio las amaba de frente, a lo bruto, con la panza"
¿Hay modo correcto de amar a una mujer? Con todos los tipos de amor que puede haber, el único válido, el no viciado, el no enfermo, el no doloroso, es el amor correspondido.

Alguno se estará preguntando y alguna se estará maravillando de que diga yo lo que viene ya que siempre he sido tan crítico con mi fortuna. La verdad es que, a falta de saber que pasará, tengo ganas de decir muchas cosas pero la prudencia me hace mirar de reojo y ahogar un grito que tiene mi garganta a medio salir.

Esta entrada es una carta directa, un querer y no poder que espero resolver pronto. Una llamada al corazón de una aldaba que hace poco ha querido sonar, pero ¿quién puede mirar al pasado?

Amaba, sí, amaba. Ella lo sabe bien que era cierto pero a la vez no podía ser. Nunca pudo ser pues nunca fue nuestro tiempo. Los momentos se cruzan en la vida y pueden dar lugar a la locura más maravillosa o a la lágrima más amarga. Debo decir que mi alma lloró alguna vez su incomprensión, ese no comprender porqué yo estaba allí cuando estaba. La encontraba siempre con esa expléndida sonrisa y luego desaparecía de nuevo como el viajero que nunca sabe si va a volver. Amaba esa sonrisa, aunque no fuera mía.
Perdía, sí, perdía. Con cada carrera que su energía daba perdía yo la cabeza sin que ella se diera cuenta... y desaparecía de nuevo. Ahora tocaba volver a colocar sobre el cuello el recuerdo y respirar la esencia que un dia dejó su perfume. Sus ganas de vivir son mayores que su autoestima y eso es maravilloso en un mundo que se ha empeñado en ir empapelando de gris una tras otra sus ventanas durante años. Amaba esa luz, aunque no fuera mía.
Oscuros, sí, oscuros. Las parcas sabían que nunca iba a encontrar el momento justo para estar con ella y decir lo que quería y así eran mis designios. Cada vez que miraba sus oscuros ojos más me perdía y el fino hilo trenzado con la oscuridad parecía cortarse, pero conseguí seguir vivo. Ulises encadenado no pudo hacer mejor trabajo que el que hice yo hasta volver a caer hechizado. Amaba su alegía de azabache brillando en su iris.

Amaba, en definitiva, a la mujer que nunca pude olvidar porque no tuve el valor para hacerlo.

3 comentarios:

Anerol dijo...

Antes de escribir este comentario, y puesto que haces mención a años anteriores, me voy a mirar tu entrada del año pasado. La leo. Recuerdo perfectamente haberla leído y la sensación rara que me dejó en el cuerpo porque no me cuadraba. Veo que hay dos comentarios. Compruebo que uno lo dejé yo misma. Lo leo, lo vuelvo a leer y recuerdo... hace un año... lo recuerdo... y lamento haberlo sacado del pozo del olvido... Sabía que aquella mañana de resaca iba a ser la última, lo vi en los de la persona que tenía enfrente, y también en los mios, que se reflejaban en los suyos... El tiempo me confirmó que no me equivocaba. Escucho Amaral de fondo, esa que tarareé dos noches antes, pero no suena igual...
En fin, regreso a tu entrada, la vuelvo a leer. Sólo me cabe decir 'afortunada la destinataria'.
Besos

Correcaminos dijo...

Gracias por tu apoyo, pero la destinataria no tiene ninguna pretensión de dejarme ese resquicio necesario para que humildemente me acerque y le pida lo que fervientemente aunque no inmediatamente estoy dispuesto a ofrecer.

A esto se le llama amor romántico (dicen que platónico, pero platón estaría bastate en desacuerdo) y es lo que hizo suicidarse a tantos y tantos escritores durante el romanticismo.

El crítico de Zaragoza dijo...

Mi tío Cirilo (Q.E.P.D.) cantaba: "El que bebe, se emborracha; el que se emborracha, duerme; el que duerme, no peca; el que no peca, va al Cielo. Puesto que al Cielo vamos: ¡bebamos!