domingo, 19 de julio de 2009

Yogyakarta

Yogya, como la llaman los foráneos y se puede leer en los carteles de la carretera, es la abreviatura que utilizan para denominar a Yogyakarta. Con medio millón de habitantes, las impresiones son ligeramente mejores en cuanto a tráfico y visitas culturales.
Aquí se habla javanés e indoneso. A mi regreso me quedé sorprendido en el aeropuerto de Kuala Lumpur ya que logré reconocer palabras del malayo similares al indoneso. Los números que decían por megafonía me parecían iguales y me sentía tan orgulloso de mi mismo por entenderlo que me doy asco. Otra particularidad del idioma Indoneso es que, tras dos siglos de ocupación holandesa, la mayor parte de los términos holandeses que encontré en el idioma tiene que ver con la política y la burocracia. Ejemplos son Organisasi, Partai, Notaris... otra palabra que me llamó la atención fue spoor (andén en holandés)
Los atascos de tráfico, centros comerciales y KFC, conviven con la vida tradicional, tanto es así que hoy en día el gobernador es todavía el sultán y vive en su palacio (Kraton) en el centro de la ciudad.

Hice el viaje en tren. La idea era haber parado un día en Bangor y haber visto un poco la ciudad pero Angelina no entendió mi propuesta y el billete era directo a Yakarta-Yogyakarta. Kilómetros y kilómetros de arrozales con Gunung Gede y Gunung Merapi de fondo.

Me registré en el hotel y cogimos inmediatamente un Becak, curiosas y famosas bicicletas con unos asientos en la parte delantera donde poder llevar a los pasajeros. El destino era la calle comercial de Maliboro. Si hay que hacer compras, creo que en esta calle encontré los mejores precios de todo mi recorrido, pero siempre, no hay que olvidar, regatear.

1 comentario:

Ramón dijo...

Esto sí que es correr caminos ;-)